Diario de una semidiosa
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Lista de capítulosMia
Aunque estuviera molesta y tapada bajo mis sábanas, verlo así me partía el corazón.
– tranquilo – le dije incorporándome para abrazarlo, él al sentir mi tacto se dio la vuelta quedando de cara hacia mí.
Sus ojos color turquesa intensos ahora parecían tener un tono apagado.
– Perdóname por ser tan brusca, entiende que esto de ser una semidiosa y princesa es nuevo para mí – le dije dejando caer unas lágrimas involuntarias por mis mejillas.
Cuando me di cuenta Milo ya se había dormido, como pude lo acomodé en mi cama y me quedé un rato contemplándolo, se veía tan irreal que no me podía creer que él estuviera cuidando de mí desde hace 12 años.
Pasado un rato me dejé caer en los brazos de Morfeo y me dormí también.
Milo
Lo último que recuerdo antes de quedarme dormido fue que andaba entre los brazos de Mia, cuando desperté andaba acostado con ella durmiendo al lado mío.
Se sentía tan bien que no me quería levantar, lo único que podía hacer era contemplarla, su cuerpo dormido irradiaba un aura de paz, eso me relajaba mucho, cuando vi el reloj que se encontraba sobre la mesita de noche me impresionó la hora, ya eran pasadas las 12 de la noche. No quería despertarla, así que con cuidado la abracé y seguí durmiendo.
Mia
Al día siguiente, cuando desperté unos brazos me tenían atrapada y no me dejaban moverme, me di media vuelta para verlo.
– buenos días, bello durmiente — lo desperté haciéndole cariño en el cabello.
– buenos días – me respondió él con su voz ronca de recién despierto soltando su agarre.
Milo
– ¿Dormiste bien? – me preguntó ella, yo respondí asintiendo con la cabeza y estirándome.
– con respecto a lo de ayer, discúlpame, todo esto es nuevo para mí y no sé cómo lidiar con eso – me dijo mirándome fijamente, cuando le correspondí la mirada vi como sus hermosos ojos color oliva se cristalizaban, estaba a punto de llorar.
– tranquila yo estoy aquí para ayudarte a lidiar con eso – le dije abrazándola.
– ¡Buenos días, tortolitos, ya el desayuno está listo! – nos dijo Bóreas desde la puerta.
– ya bajamos – dijimos al unísono rompiendo el abrazo que nos mantenía unidos.
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