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Mia
– se me presentaron en un sueño muy raro – le dije a Milo mientras pedíamos el taxi para regresar a casa.
En el camino de regreso sentí cómo el peso de una mirada caía sobre mis hombros, cuando logré quitarme esa sensación rara del cuerpo, vi que Milo me miraba fijamente, no sé por qué sus ojos azules brillaban con una intensidad que no era normal.
– casi te pierdo – me dijo en un tono serio en el cual había atisbos de dolor.
De repente sentí cómo me abrazaba y me pegaba a él. Al llegar a casa me llevó en brazos hasta el apartamento, donde me recibió mi padre muy animadamente.
– sabes que puedo caminar ¿verdad? – le dije cuando me dejó en el sofá de la sala, él asintió con la cabeza y me sonrió de vuelta.
Milo
– tenemos que volver a entrenar, pero esta vez, por favor, no dudes de ti y de lo que puedes llegar a hacer – le dije a Mia mientras preparaba algo de comer.
– ¿empezaremos hoy? – me preguntó viendo lo que preparaba.
– tienes que descansar – le dije algo serio.
– pero ya estoy bien – me dijo haciendo un puchero.
– tienes que descansar – le dije parándome frente a ella y aprovechando mi diferencia de altura para intimidarla un poco.
– está bien – me dijo no sin antes propinarme un golpe en el estómago.
Mientras veía cómo salía me retorcía un poco del dolor.
– es muy fuerte – le dije a Bóreas que entraba en la cocina, él me sonrió con un poco de malicia.
– tienes que ir a hablar con ella – me dijo y acto seguido escuché un portazo en el piso de arriba.
– está bien – dije subiendo las escaleras.
Mia
Sé que Milo se preocupa mucho por mí, pero yo puedo hacer las cosas por mí sola.
– ¿puedo pasar? – lo escuché decir mientras abría la puerta. Yo estaba tan enojada que no le respondí.
Como no obtuvo respuesta de mi parte, pasó y se sentó a los pies de mi cama.
– discúlpame, no… – dijo con la voz quebrada.
– no quiero perderte, a lo largo de mi vida he tenido muchas pérdidas de seres queridos, y no solo hago esto porque se lo prometí a tu padre si no también porque me gustas – me dijo rompiendo en llanto.
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