Diario de una semidiosa
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Bóreas
Ver a mi hija así me ponía muy nervioso, sabía lo que le estaba ocurriendo; eso que había soñado era el estado en el que mi reino se encontraba, tenía que contarle, pero no sabía cómo decirle, entonces recordé que iríamos al centro comercial y para calmarla un poco le recordé lo que ella me había ofrecido, ella me miró y salimos caminando, quedaba a tres cuadras.
Al finalizar regresamos a casa a comer – cariño, tengo que contarte algo – la llamé mientras estaba cocinando, le expliqué lo que había soñado proponiéndole así hacer una rebelión para recuperar lo que era nuestro.
Mia
– ¡No puedo irme ahora! Me falta solo un año y medio para graduarme y no voy a dejar la carrera – le dije algo exaltada.
– está bien amor, podemos esperar – me dijo él para calmarme.
No volvimos a hablar del tema y la situación estaba muy tensa entre nosotros, así que decidí llamar a mi mejor amiga Layla a ver si nos podíamos ver, ella me dijo que sí, que nos viéramos en dos horas, así que aproveché ese tiempo para descansar y dormir un poco.
En eso me desperté en ese lugar que había soñado antes con una armadura de hierro.
– mi querido hermano piensa que tú podrás ayudarle a recuperar su reino– escuché decir a alguien.
– ¡Qué ridiculez! – dijo el sujeto propinándome un golpe en la cara antes de caer al piso.
De repente sentí como me tomaba por el cuello haciendo que me costara respirar.
– si crees que una mestiza logrará quedarse con este reino ¡Estás muy equivocada, tú con tu sangre mezclada y poca habilidad, con tus poderes no llegarás a ningún lado! – me soltó haciendo que mis pulmones se volvieran a llenar de aire con dificultad.
– ten por seguro – dije entre jadeos – que pese a ser mestiza sería mejor gobernante que tú –
Cuando fui a defenderme un ruido me despertó haciendo que volviera a la realidad, cuando fui a ver era Layla quien me estaba llamando.
– ¿si? – dije contestando el teléfono medio dormida.
– ¿Nos vamos a ver? – me dijo al otro lado del teléfono.
– bueno sí, dame diez minutos y nos vemos en el Starbucks que queda frente a mi departamento – le dije mientras buscaba algunas cosas para bañarme.
Terminé de arreglarme y bajé al Starbucks, tomé asiento en una mesa para dos personas mientras esperaba a Layla.
Cuando llegó, ordenamos café y empezamos a conversar.
– estas vacaciones descubrí cosas muy locas – le dije y seguí preguntándole qué había hecho ella este verano para no tener que indagar sobre mis poderes y mi padre; ella me empezó a contar sobre su verano en las polinesias.
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