Lectura

Mia

 

Una semidiosa – miré a mi padre algo extrañada. 

 

– sí, lo eres – me dijo mientras caminábamos de vuelta a casa. Ya adentro lo miré fijamente. 

 

– ¿Tengo superpoderes? – él me devolvió la mirada y se río un poco. 

 

– No cómo tal, al ser hija mía tienes la habilidad de poder usar el hielo a tu antojo – me miró y me hizo una demostración creando de la nada una espada que al dármela está se derritió. 

 

– vamos a tener que entrenarte – me miró fijamente. 

 

– ¿En serio? – dije muy entusiasmada. Él asintió con la cabeza. Ya era tarde y nos dispusimos a cenar para acabar el día y comenzar el siguiente bien temprano.

 

A la mañana siguiente me desperté y bajé a la cocina muy emocionada a desayunar. 

 

– Buenos días – dije al ver que mi padre y mi madre ya estaban despiertos. 

 

– buenos días, cariño – me dijeron los dos al unísono. Tan entusiasmada estaba que desayuné rápido. 

 

– pa te espero en el jardín – le dije subiendo a mi habitación para cambiarme con rapidez. 

 

Ya cambiada, con ropa cómoda, me dispuse a bajar al jardín, detrás de mí salió mi padre. 

 

– ¿Lista, cariño? – me vio fijamente y yo asentí con la cabeza. En eso mi padre me tomó de la mano y se concentró haciendo que una energía rara, que tornó mis venas de un color azul oscuro, pasara por mi cuerpo, en eso miré a mi padre con un gesto de dolor. 

 

– tranquila cariño – me miró y una vez que la energía pasó y mi cuerpo la asimiló el dolor disminuyó. 

 

– para empezar tu entrenamiento y crear cosas como las que hago yo, tienes que imaginar con mucha fuerza algo y concentrarte para crearlo – me miró fijamente y me hizo un gesto para que lo intentara, en eso me concentré en crear una bola de hielo y pasado unos segundos esta se formó en mis manos, al crearse miré a mi padre y él me devolvió la mirada con una sonrisa.

 

Diario de una semidiosa

Próximo capítulo #el fin de mis vacaciones

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