Diario de una semidiosa
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Mia
Cuando lo vi no sé por qué tuve la necesidad de abrazarlo, en eso escuché a mi padre golpear la puerta y Milo me miró dándome a entender que él lo tenía todo bajo control.
– ¿señor? – dijo abriendo la puerta y haciendo una reverencia.
– ¡Milo! – la expresión de mi padre era muy divertida.
– ¿qué haces aquí? – lo miró algo extrañado.
Milo
– cumplir la promesa que le hice – en eso sentí como un peso se me venía encima, el gran Bóreas me estaba agradeciendo con un abrazo, eso era nuevo.
En eso escuché como Mia se reía de mi cara, su risa era tan contagiosa que los que estábamos en esa estancia comenzamos a reír.
– hay que guardar este momento – dijo Mia sacando un aparato muy raro.
– vamos a tomarnos una foto – dijo y acto seguido nos pusimos los tres juntos y ella sacó una foto.
– ¿quién quiere pizza? – preguntó tecleando algo en ese aparato raro que ella me dijo que era un celular.
– la cena llega en quince minutos – dijo bajándose de la cama.
Mia
La cena paso rápido y me tocó a mí organizar la estadía de Milo y mi padre en mi pequeño departamento, en eso decidí que Milo se quedaría conmigo y mi padre dormiría en el otro cuarto.
– puedo dormir en el sofá para no molestarte – me dijo algo sonrojado.
– Claro que no me molestas – le sonreí.
– yo me tengo que ir a dormir, mañana temprano tengo que formalizar la inscripción en la universidad – me despedí de él con un abrazo y subí a bañarme.
La noche pasó lenta, pese a que le dije a Milo que pasara la noche conmigo, él no quiso.
A la mañana siguiente cuando bajé lo conseguí dormido en el sofá.
Para no molestarlo me dirigí a la cocina a prepararme algo de desayunar, en eso siento que se despierta y entra a la cocina.
– buenos días – me saludó con su voz ronca de haberse recién despertado.
–buenos días ¿quieres café? – le pregunté algo animada, él me miró y me abrazó haciendo que sintiera sus abdominales bien marcados en mi piel.
– el café está en la jarra y tienes tu desayuno en el plato, tengo que salir un momento – le dije separándome de él.
– ¿a dónde vas? – me preguntó levantando la ceja.
– a la universidad, a inscribirme para un nuevo semestre – lo miré fijamente.
– te acompaño – me dijo acomodándose una camisa que le dio mi padre.
– está bien – le dije tomando las llaves y disponiéndome a salir, cuando llegamos al auto nos montamos cada uno de un lado y nos pusimos marcha.
– tenemos que entrenar tus poderes – me dijo Milo.
– sí yo sé, me gustaría empezar hoy – le dije mientras llegábamos a la universidad.
Cuando llegué, me dispuse a hacer los trámites correspondientes lo más rápido que pude.
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