Lectura

Hoy empezó mi fin de semana como cualquier día normal, iré a visitar a mi madre por una temporada larga, así que me llevaré conmigo a mis mascotas. 

 

Ya empaqué mis cosas y subí a los animales en el auto disponiéndome a salir lo más pronto posible para evitar el molesto tráfico de la ciudad. Después de cuatro horas de viaje llegué a una hermosa casa en medio del bosque y cerca de un lago. 

 

Al llegar, desempaqué mis cosas y bajé a mis acompañantes del auto, mientras entraba con mis cosas me dispuse a saludar a mi madre. 

 

–hola— la saludé dándole un abrazo. 

 

– qué bueno tenerte de vuelta – me correspondió ayudándome con mi equipaje. 

 

– si quieres sube a acomodar tus cosas mientras yo hago algo de comer – me dijo con una sonrisa. 

 

– Está bien – subí con mis maletas al que fue por mucho tiempo mi antiguo cuarto. Ya habiendo acomodado mis cosas bajé a la cocina. 

 

– ma ¿te puedo ayudar en algo? – le pregunté bajando las escaleras. 

 

– ¿Puedes acomodar la mesa, por favor? – Me respondió desde la cocina. 



– está bien – le respondí. Cuándo me disponía a acomodarla sentí cómo la casa temblaba y acto seguido algo cayó en el jardín. 

 

–  ¿estás bien? – Le pregunté algo preocupada. 

 

– Sí,  lo estoy – me respondió y salimos al jardín a ver qué era lo que había caído. Cuando salimos vimos que lo que había caído no era una cosa, sino alguien.

 

 – Bienvenido de vuelta – escuché decir a mi madre, la miré algo extrañada mientras salía a ayudar al sujeto que andaba tirado en el jardín.  Cuando lo ayudé a pararse sentí un escalofrío en todo mi cuerpo, acto seguido llevé a esta persona a la habitación más cercana que era el cuarto de juegos y lo ayudé a acostarse en el sofá de dicha sala.

 

Diario de una semidiosa

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