Lectura

La sombra del bosque se alargaba mientras Row, sumido en la incertidumbre, debatía entre seguir el llamado de Jin o labrarse su propio destino. Tras una noche de cavilaciones, la decisión se fraguó en su interior: se uniría a Jin. Con paso firme, abandonó la espesura y se encaminó hacia su aldea.

 

Mientras avanzaba entre la sinfonía silenciosa de los árboles, un destello escarlata captó su atención. Al acercarse, descubrió un pergamino de un rojo intenso que yacía en el suelo. La curiosidad, esa vieja compañera, lo impulsó a recogerlo. Al desplegar el pergamino, una miríada de espíritus humanoides, incandescentes como brasas, se liberaron y se dispersaron en el aire.

 

Con el corazón latiendo con fuerza, Row leyó las palabras inscritas:

 

—ESTE PERGAMINO ESTA ESCRITO CON LA PLUMA MALDITA DEL SEÑOR OSCURO, Y DICTA QUE QUIEN ABRA ESTE PERGAMINO QUEDA MALDECIDO Y NO PODRA CONTROLAR SUS INSTINTOS SALVAJES Y TAMPOCO PODRA PERDER LA VIDA DE NINGUNA FORMA POSIBLE.

 

Sin concederle mayor importancia, Row arrojó el pergamino y continuó su trayecto. El silencio del bosque fue rasgado por el crujir de sus botas sobre las hojas secas.

 

Al salir del bosque y divisar su aldea, un escalofrío lo recorrió. Las casas, antes llenas de vida, ahora eran meros esqueletos carbonizados. El fuego había danzado sobre sus calles, dejando un reguero de destrucción a su paso.

 

Se dirigió a la posada, su hogar. La puerta, antes acogedora, ahora colgaba ladeada. Con el corazón en la garganta, entró, pero la escena era desoladora. Sus padres no estaban allí. El pánico se apoderó de él y salió corriendo, buscando desesperadamente entre las ruinas, gritando sus nombres al viento.

 

Finalmente, llegó al patio donde, antaño, la risa había sido la banda sonora de su infancia. Recordó a Mikhail, su amigo de juegos, aquel niño que un día se fue tras la muerte de su madre, sin siquiera una despedida.

 

Al volverse, lo vio. Jin, con la espalda encorvada, enterrando a sus padres.

 

—¡Oh, qué gran dolor el que sentimos al dejar ir a nuestros seres queridos! —exclamó Jin, con la voz cargada de solemnidad—. Pero ten paz, joven Row, ya que pronto llegará la felicidad a tu vida.

 

—¿Por qué entierras a mis padres? —interrumpió Row, con la voz temblorosa—. ¿Y por qué me trajiste aquí?

 

—Quería dar una correcta despedida a una vieja amiga, y a tu padre lo enterré por cortesía. En cuanto a ti, te he llamado hacia aquí porque el destino nos ha reunido para encaminarte hacia la felicidad y la gloria. Si quieres obtener respuestas, sígueme.

 

Sin vacilar, Row siguió a Jin de vuelta al bosque. La espesura los envolvió mientras se adentraban en su laberinto verde.

 

A mitad del camino, dos figuras acechaban entre las sombras. Dos ladrones, con la codicia brillando en sus ojos, esperaban el momento oportuno para atacar. Tras una breve persecución, los asaltantes se revelaron, exigiendo las pertenencias de Jin y Row.

 

Pero Row reaccionó con una ferocidad inesperada. Un puñetazo certero impactó contra uno de los ladrones, derribándolo al suelo, al borde de la muerte. Jin, por su parte, levantó al ladrón restante con un movimiento de su mano. La magia danzaba a su alrededor mientras lo hacía levitar en el aire. Sin piedad, le cortó las manos, dejándolo desangrándose en la tierra.

 

Sin decir una palabra, continuaron su camino. Unos metros más adelante, la cabaña de Jin se alzaba entre los árboles.

 

Al llegar, Jin invitó a Row a pasar. Una vez dentro, le reveló la verdad, el porqué de su presencia, el motivo de su protección.

 

—He sido enviado por el destino para ser tu cuidador y entrenarte, para que seas más fuerte y descubras tu verdadero poder.

 

—¿Entrenarme? —preguntó Row, confundido—. Pero yo no te conozco. Y si eres tan poderoso, ¿por qué no evitaste la muerte de mis padres?

 

—Tu madre ya sabía que en algún momento perecería. Antes de que todo esto sucediera, ella misma aceptó su destino. Así que, aunque hubiera interferido, habría muerto de todas formas.

 

—Está bien —interrumpió Row, con la voz firme—. Acepto que me entrenes, pero con una condición.

 

—¿Cuál es tu condición?

 

—No me gustan las espadas ni las dagas. Por favor, no me obligues a usarlas.

 

—Oh, joven Row, acepto tu condición —respondió Jin—. Pero ten en cuenta que nuestro tiempo de entrenamiento no podrá ser tan longevo como quisiera, debido a que pronto sucederá una tragedia que es inevitable.

 

—Sea lo que sea, lo enfrentaré —respondió Row, con la determinación brillando en sus ojos.

 

Jin sonrió levemente, aliviado por el entusiasmo de Row. Así, comenzaron el entrenamiento en las montañas. Cada mañana, Row corría por el bosque, sorteando obstáculos y desafiando sus límites. Al regresar, golpeaba y levantaba rocas pesadas, fortaleciendo su cuerpo. Ejercicios y disciplinas llenaban sus días hasta el anochecer.

 

Un día, tras una extenuante jornada de entrenamiento, Row entró en la cabaña.

 

—Padre, ya he llegado —anunció, con la voz cansada.

 

—Muchacho, hemos terminado con tu entrenamiento por hoy. Puedes descansar —respondió Jin.

 

Row se quitó la camisa para refrescarse. Al hacerlo, Jin notó una extraña marca en su espalda.

 

—¿Dónde te hiciste esa marca? —preguntó Jin, con la voz cargada de preocupación.

 

—Ah, me salió de repente —respondió Row, restándole importancia—. Creo que fue cuando iba hacia la aldea a verte. De camino, me encontré un pedazo de papel brillante y, cuando lo abrí, salieron unos espíritus raros. Pensé que eran alucinaciones. Al leerlo, decía algo como: "El que abra esto no podrá controlar sus instintos y no podrá morir de ninguna forma posible", o algo así.

 

Jin quedó sorprendido. En sus visiones, ese acontecimiento no estaba destinado a suceder. Al reconocer la marca y comprender su significado, Jin se contuvo.

 

—Esa marca es la razón por la cua... —se detuvo, sabiendo que revelar la verdad arruinaría el futuro de Row.

 

Row, ajeno a la gravedad de la situación, no le dio importancia y se fue a bañar. Al día siguiente, retomó su entrenamiento.

 

Y así transcurrieron los días. Jin, atormentado por la incertidumbre, investigó la naturaleza de la marca. Descubrió que su verdadera función era diferente de lo que había imaginado inicialmente. Intentó sellarla, grabando un sello mágico en la espalda de Row. Sabía que la marca solo afectaría a Row si éste se alteraba o experimentaba emociones fuertes, especialmente durante su transformación en Metzli.

 

Dado que Row llevaba casi tres años sin transformarse, Jin consideró que el sello sería suficiente para protegerlo. Row, ajeno a la preocupación de Jin, continuó con su entrenamiento.

 

Tres años pasaron volando. Row se había convertido en un joven fuerte y hábil. Llegado el día de su decimoctavo cumpleaños, Jin lo llamó. Le reveló que su entrenamiento había llegado a su fin, pero que aún tenía algunas lecciones finales que impartirle.

 

Lo condujo al patio de entrenamiento y, durante veinticuatro horas intensas, le enseñó artes de supervivencia y hechizos arcanos. Al concluir, grabó otro sello protector sobre la marca y le advirtió:

 

—Por lo que más quieras en este mundo, no te alteres. Por eso te he enseñado a ser sereno y a tomar las cosas con calma.

 

Como último regalo, le entregó una armadura excepcional, diseñada para facilitar sus movimientos y potenciar sus golpes. La armadura también incorporaba un escudo mágico para protegerlo y evitar que la marca se liberara, provocando su transformación descontrolada.

 

Row recibió el regalo con alegría. Tras probarse la armadura, Jin le encomendó una última tarea: ir al bosque a probarla y traerle unas hierbas medicinales.

 

Con su armadura reluciente, su fuerza descomunal y su corazón bondadoso, Row se adentró en el bosque en busca de las hierbas mágicas. Para su sorpresa, las encontró en la cima de un árbol gigantesco, que se alzaba imponente en el corazón de la espesura.

 

Al llegar a la base del árbol, Row se dijo a sí mismo:

 

—Es hora de ver si esta armadura me permite moverme libremente.

 

Con agilidad sorprendente, saltó y trepó entre las ramas, ascendiendo con soltura hasta la cima. Mientras recolectaba las hierbas, escuchó un ruido. De repente, tres ninjas lo rodearon, atacándolo sin previo aviso.

 

Row se defendió con maestría. Esquivó un ataque con facilidad, evadió otro con un ágil movimiento y respondió con un puñetazo certero que derribó a su oponente. Mientras tanto, el último ninja le lanzó una lluvia de shurikens, que Row esquivó con precisión. Desde el aire, Row contraatacó con un puñetazo descendente que impactó con fuerza sobre el ninja, dejándolo inconsciente.

 

Tras recolectar las hierbas, Row miró hacia atrás y contempló los cuerpos de los tres ninjas, brutalmente asesinados. Asintió con la cabeza y regresó a la cabaña.

 

Al llegar, se encontró con una escena devastadora. El anciano Jin yacía tirado en el suelo, cubierto de sangre. La respiración se le entrecortaba. Row corrió hacia él, intentando desesperadamente ayudarlo.

 

En ese instante, la figura del asesino se desvanecía entre los árboles. Pero Row hizo caso omiso. Solo le importaba Jin. Se derrumbó junto a él, las lágrimas brotando de sus ojos.

 

Con sus últimas fuerzas, Jin le susurró:

 

—Oh, querido hijo, empieza tu aventura sin mí, pues esto es parte de tu destino. Así que anda, no desperdicies tu tiempo. Te envié a buscar esas hierbas por un propósito. Pronto sabrás cómo usarlas y para qué.

 

Con el corazón desgarrado y las lágrimas nublando su vista, Row obedeció. Abrazó a su maestro por última vez, luego se dio la vuelta y se alejó, dejando atrás la cabaña y los recuerdos compartidos.

 

Algo había cambiado en su interior. Con la pérdida de sus seres queridos, y sin nadie ni nada que lo atara a este mundo, intentó quitarse la vida una y otra vez. Pero su inmortalidad lo impedía.

 

Así que, abrumado por el dolor y la soledad, Row dejó de sentir. El amor, el cariño, la felicidad, la tristeza... todo se había desvanecido, dejando un vacío helado en su corazón.

 

Tras incontables intentos fallidos de escapar de su destino, Row se resignó a vagar por el mundo sin rumbo fijo, buscando un propósito que lo redimiera.

 

Una noche fría, mientras dormía, una voz familiar resonó en su mente. Era Jin, que se le aparecía en forma espectral.

 

—Oh, joven Atlas —dijo Jin, con su voz llena de sabiduría—, usa tus herramientas y tu fuerza para recuperar a quienes quieres. Solo tú sabes cómo hacerlo. Ve y encuentra el gran árbol de nuevo. Allí descubrirás lo que buscas.

METZLI

La Esperanza De Los GLIPH

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